jueves, 1 de septiembre de 2011

Capitulo 1.

Con los ojos abiertos desde hacía rato, Sandra intentaba buscarle un por qué a la reacción de Pablo en la cafetería, perdiendo el tiempo tontamente.
Le venció el sueño cerca de las tres de la mañana y en cambio por la mañana consiguió ganar al despertador del móvil. Siempre lo ponía un poco antes de la hora necesaria para poder quedarse diez minutos tumbada en la cama mirando al techo. Le relajaba el silencio de la mañana roto por el canto de los pájaros. Aunque ese día, los diez minutos habituales durarón mucho más y sus nervios estaban a flor de piel.
Y volviendo a la realidad de golpe, su móvil empezó a anunciar de que sus diez minutos comenzaban. Sandra se incorporó de golpe y lo desactivó bruscamente. Se levantó con lágrimas en los ojos y se dirigió hacia el cuarto de baño. Una vez allí, puso el grifo en la dirección del agua caliente y lo abrió esperando que pronto pudiese ducharse.
Luego se acercó al espejo y contempló como le caían las lágrimas. Sin saber por qué, se llevo las manos hasta las mejillas y estuvo acariciándolas durante unos segundos. Poco a poco se las llevó fuera de los límites, pasando por toda la cara.
Sentía como con cada suspiro que lanzaba, se le acababa el tiempo. Tenía tantas cosas que quería hacer, pero tan poco le quedaba..
Las siete y media. ¡Uff, por los pelos! No podía permitirse perder el autobús. No le gustaba andar más de quince minutos por senderos llenos de zarzas para llegar al instituto.
No sabía que le pasaría ese día, pero Sandra sabía que no sería como los demás. No sería un día tranquilo, sin novedades.
A primera hora le tocaba Matemáticas. Odiaba esa asignatura. Aunque a Sandra se le daban bien los estudios, las Matemáticas no eran su punto fuerte. Además no estaba para números y problemas. Ya eran suficientes los suyos, como para que la profesora Margarita  le plantease más.
Y entre tanto pensamiento, el autobús ya había llegado a la parada y la misma cara sonriente de siempre la esperaba abajo.
Teresa siempre la recibía de la misma forma y a ella le encantaba encontrasela así. Siempre llevaba su sonrisa a cuestas.
- ¡Sandra! ¡Hola! ¿Qué tal estás? Tengo un montón de cosas que contarte.
Su gran amiga siempre tenía una divertida historia que contarle para que las clases de los viernes acabasen antes.
- Hola Teresa. Yo también tengo alguna novedad..
La chica sabía que a su amiga tenía que haberle pasado algo muy malo para estar así.
- Sandra, ¿qué te pasa? Anoche te llamé y tu madre me dijo que estabas durmiendo. ¡A las diez y media! Digo es imposible, tú nunca estás tan temprano en la cama..
- No, no estaba dormida. Quizás mi madre te dijo eso, porque estaba en mi habitación con la luz apagada y se pensaría que me había quedado dormida.
- Ah, ya sabía yo que mi Sandrita no podía estar durmiendo.- Le respondió rodeándola con el brazo y dándole su achuchón de buenos días.
- Luego te cuento. Anda vamos a clase que se hace tarde.
Y las dos amigas se dirigieron hacia la clase que les tocaba sin soltar palabra.
La primera clase pasó rápido y con la historia de su amiga sobre la tarde de compras de ayer.
Sandra había estado muy callada la mayor parte del tiempo.
Dani era muy observador y sabía que algo le preocupaba a su amiga. "Quizás si Teresa se callase cinco minutos, Sandra nos contaría que le pasa." Pensó el chico.

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