- Bueno Sandra, cuéntanos. - Interrumpió Dani.
- ¿Qué queréis que os cuente? - Preguntó la chica algo confusa.
- Que hiciste ayer por la tarde, amiguita.
- Si. Bueno yo estuve toda la tarde en la biblioteca y no te vi aparecer.
- No, no fui allí Dani. Quedé con Pablo y estuvimos hablando.
- ¿Solo hablando? - Sonrío pícara su amiga.
- Teresa, ¿podrías dejar de meter las narices donde no te llaman? - Replicó el chico.
- Dani, cariño, ¿por qué no nos haces un favor y desapareces?
Sandra soltó una carcajada al ver otra de las tantas peleas entre sus dos mejores amigos. Nunca se lo imaginaría juntos. Dani es atento, detallista y no le gusta mucho la fiesta y Teresa es todo lo contrario. Una chica que ama la diversión, emborracharse y que odia a los tipos como Dani. Totalmente opuestos. Aunque, ahora que Sandra se para a pensar, harían buena pareja. Dicen que los polos opuestos se atraen y sin duda ellos son como el agua y el aceite.
- Chicos, basta ya. Parecéis un matrimonio que lleva cincuenta años casados.
- ¿Estás loca? Preferiría morir sola y vieja, a aguantarle un día entero.
- Tranquila, yo tampoco me muero por estar contigo. Eres como una mosca. tienes el mismo tamaño de cerebro y solo sabes molestar.
Teresa ofendida intentó golpearle el brazo, pero la menor de los tres, los separó antes de que alguien pudiese salir gravemente herido.
- Vaya vaya, mira quien viene por ahí. Sandra tu principe azul ha llegado. - Señaló la chica todavia molesta por el comportamiento de su amigo.
- Pablo... - Susurró la chica.
Sandra había notado la ausencia de su novio esa mañana, pero prefierió mantenerse callada. El chico se acercaba hacia ellos cuando Sandra notó que algo raro pasaba.
- Hola chicos.
- Hola Pablo, ¿cómo estás? - Preguntó su amigo.
- Bien, estoy bien... - Contestó confuso.
Pablo dudo por la mañana si llegar al instituto y abrazar a su chica o evitarla por un tiempo. La noticia que ésta le dio la tarde anterior le transtornó completamente. No sabía lo que pasaría ahora. Tenía miedo, pero necesitaba aparentar que era fuerte y apoyarla.
- Sandra, me gustaría hablar contigo un momento. - Le pidió el chico.
- Claro, vamos. Luego os veo chicos. Adios. - Se despidió ella y se dirigieron juntos hacia algún lugar en el que nadie pudiera oírles.
- Bueno bichejo, ¿qué crees que pasará?
- No lo se. La verdad, me gustaría saber que pasó ayer para que se respirase esta tensión entre ellos. - Concluyó Teresa caminando hacia la próxima clase.
No muy lejos de allí, la pareja de adolescentes se sentaba en uno de los bancos del patio del instituto.
- Pablo... verás, me gustaría hablar sobre lo que paso ayer - Comenzó la chica. - Sé que debía haber sido sincera y habertelo contado y lo siento.
- ¿Lo sientes? No, no tienes nada que sentir Sandra. La culpa es mía. Debía haberte apoyado. Haberme quedado y haberte escuchado, no salir corriendo como lo hice. Si hay alguien que debe pedir disculpas soy yo.
Sandra lo observaba atenta, sin quitarle los ojos de encima. Era perfecto. Y sería capaz de perdonarle cualquier cosa si veía que estaba realmente arrepentido. Y esta vez lo estaba, y mucho.
- ¿Sabes? No es justo que te pase esto, que nos pase esto. Eres la mejor persona que he conocido en el mundo. Eres buena con los demás, graciosa, inteligente, eres... preciosa y en cambio estás pagando algo que no te lo mereces. No es justo.
- La vida no es justa Pablo. - La chica no aguantó más y se derrumbó en sus brazos. Él comtemplaba impotente como ella sufría y no podía hacer nada.
Se lo occurrió una idea. Intentaría hacerla feliz hasta que todo acabase. Verla siempre con una sonrisa, ese era su mayor reto.
- ¿Qué queréis que os cuente? - Preguntó la chica algo confusa.
- Que hiciste ayer por la tarde, amiguita.
- Si. Bueno yo estuve toda la tarde en la biblioteca y no te vi aparecer.
- No, no fui allí Dani. Quedé con Pablo y estuvimos hablando.
- ¿Solo hablando? - Sonrío pícara su amiga.
- Teresa, ¿podrías dejar de meter las narices donde no te llaman? - Replicó el chico.
- Dani, cariño, ¿por qué no nos haces un favor y desapareces?
Sandra soltó una carcajada al ver otra de las tantas peleas entre sus dos mejores amigos. Nunca se lo imaginaría juntos. Dani es atento, detallista y no le gusta mucho la fiesta y Teresa es todo lo contrario. Una chica que ama la diversión, emborracharse y que odia a los tipos como Dani. Totalmente opuestos. Aunque, ahora que Sandra se para a pensar, harían buena pareja. Dicen que los polos opuestos se atraen y sin duda ellos son como el agua y el aceite.
- Chicos, basta ya. Parecéis un matrimonio que lleva cincuenta años casados.
- ¿Estás loca? Preferiría morir sola y vieja, a aguantarle un día entero.
- Tranquila, yo tampoco me muero por estar contigo. Eres como una mosca. tienes el mismo tamaño de cerebro y solo sabes molestar.
Teresa ofendida intentó golpearle el brazo, pero la menor de los tres, los separó antes de que alguien pudiese salir gravemente herido.
- Vaya vaya, mira quien viene por ahí. Sandra tu principe azul ha llegado. - Señaló la chica todavia molesta por el comportamiento de su amigo.
- Pablo... - Susurró la chica.
Sandra había notado la ausencia de su novio esa mañana, pero prefierió mantenerse callada. El chico se acercaba hacia ellos cuando Sandra notó que algo raro pasaba.
- Hola chicos.
- Hola Pablo, ¿cómo estás? - Preguntó su amigo.
- Bien, estoy bien... - Contestó confuso.
Pablo dudo por la mañana si llegar al instituto y abrazar a su chica o evitarla por un tiempo. La noticia que ésta le dio la tarde anterior le transtornó completamente. No sabía lo que pasaría ahora. Tenía miedo, pero necesitaba aparentar que era fuerte y apoyarla.
- Sandra, me gustaría hablar contigo un momento. - Le pidió el chico.
- Claro, vamos. Luego os veo chicos. Adios. - Se despidió ella y se dirigieron juntos hacia algún lugar en el que nadie pudiera oírles.
- Bueno bichejo, ¿qué crees que pasará?
- No lo se. La verdad, me gustaría saber que pasó ayer para que se respirase esta tensión entre ellos. - Concluyó Teresa caminando hacia la próxima clase.
No muy lejos de allí, la pareja de adolescentes se sentaba en uno de los bancos del patio del instituto.
- Pablo... verás, me gustaría hablar sobre lo que paso ayer - Comenzó la chica. - Sé que debía haber sido sincera y habertelo contado y lo siento.
- ¿Lo sientes? No, no tienes nada que sentir Sandra. La culpa es mía. Debía haberte apoyado. Haberme quedado y haberte escuchado, no salir corriendo como lo hice. Si hay alguien que debe pedir disculpas soy yo.
Sandra lo observaba atenta, sin quitarle los ojos de encima. Era perfecto. Y sería capaz de perdonarle cualquier cosa si veía que estaba realmente arrepentido. Y esta vez lo estaba, y mucho.
- ¿Sabes? No es justo que te pase esto, que nos pase esto. Eres la mejor persona que he conocido en el mundo. Eres buena con los demás, graciosa, inteligente, eres... preciosa y en cambio estás pagando algo que no te lo mereces. No es justo.
- La vida no es justa Pablo. - La chica no aguantó más y se derrumbó en sus brazos. Él comtemplaba impotente como ella sufría y no podía hacer nada.
Se lo occurrió una idea. Intentaría hacerla feliz hasta que todo acabase. Verla siempre con una sonrisa, ese era su mayor reto.
Oh Dioooos me encanta tu blog ehhh!!
ResponderEliminarTe sigoo,sigu así me pasaré por aquí a menudo!
Besos pásate si quieres,estás invitada a http://meandlorraine.blogspot.com
Muchas gracias :)
ResponderEliminarCuando quieras, por aquí te espero.
http://bolitasdepeterpan.blogspot.com/
ResponderEliminarTe sigo :)
pásate ^^
Vale, me pasaré por tu blog! :)
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